Tú me viste aparecer, con la sonrisa de embaucadora y el corazón acorazado. Me miraste, un sólo segundo, sonriendo sin más. Hoy las normas no existen, murmuré, al pasar por tu lado. Y tú, como finges tan bien, no respondiste. Pero los ojos te brillaron, quizás pensaste que el traje de niña mala me sentaba bien.
Y me viste ahogar las penas entre risas que hacían eco. Me viste tan mala, tan amarga, tan yo, que sólo pudiste repetirte una y otra vez lo gilipollas que habías sido.
Yo, mientras, seguí jugando a ser la bruja del cuento.
(No era así como veías todo?)
0 comentarios:
Publicar un comentario